Torá en Español
El buque Mavi Marmara
Los protocolos de los sabios de Hamás
Junio 2010
Parashat Jukat relata la súbita muerte de Aharón el Sumo Sacerdote y hermano mayor de Moshé. Su deceso, no sólo dejó un espacio difícil de llenar en cuanto a su liderazgo, sino que –de acuerdo a nuestros Sabios- dejó al pueblo de Israel literalmente indefenso.
El Talmud nos cuenta que por mérito de Aharón las nubes de Gloria acompañaban a los hijos de Israel durante su marcha en el desierto y los protegían de peligros externos (Talmud de Babilonia, Taanit 9a). Estas nubes, según se nos cuenta, tenían un efecto disuasivo. Pero al morir Aharón, esas nubes se retiraron e Israel quedó expuesto a los embates de sus enemigos. Ésto resulta más que evidente por la forma en que se desarrollan los acontecimientos. Nos dice la Torá: "Y vio toda la comunidad que murió Aharón" (BeMidvar 20, 29) e, inmediatamente después, "Y oyo el cananeo, rey de Arad, morador del sur...y peleó con Israel" (21, 1).
¿Qué es lo que oyo el cananeo? Dice el Talmud: "Escuchó que murió Aharón y que se retiraron las nubes de gloria y entendió que tenía permiso para luchar contra Israel" (Taanit, ibid.). La Torá nos cuenta que Israel repelió el ataque con la anuencia divina y la victoria militar fue aplastante
Sin embargo, este episodio no amedrentó a los enemigos. Hacia el final de la Parashá se nos cuenta que dos nuevos reyes quieren torcer el brazo de los hijos de Israel por la vía armada. El primero es Sijón, rey de los emoreos, y el segundo será Og rey de Bashán junto con sus respectivos ejércitos (BaMidvar 21, 21-25; 21, 33-35). Sus tierras son conquistadas y en ellas –de acuerdo al libro de Ieoshúa- se establecerán las tríbus de Gad, Reuvén y media tribu de Menashé (véase Ieoshúa 1, 12-18).
Habiendo llegado a la conclusión de que Di-s no abandonará a Israel en la batalla, los enemigos de Israel comienzan a ser elaborar sofisticados y originales métodos en su afanosa búsqueda de destrucción. En la Parashá de la próxima semana, veremos que Balak rey Moav ya no enfrentará a Israel por medio de su ejército sino que lo hará a través de un hechicero llamado Bilam, quien tenía el poder de la maldición en su boca. El rey moabita no pudo prever que Di-s iría a poner en boca de Bilaam bendición en lugar de maldición.
Mas original y destructivo resultó el método utilizado por los midianitas que enviaron a una prostituta al campamento de Israel para pervertir la moral de los israelitas (BeMidvar 25, 6-9). Aquella mujer se llamaba Cozbi, y era hija de Tzur, uno de los reyes midianitas. Tan grande era el odio profesado por Midián que no dudaron en degradar a una hija de la realeza para pervertir sexualmente a Israel. Se sabe, desde entonces, que el odio por Israel no conoce límites.
En el plan midianita se puede adivinar una clara intención. No es necesario movilizar la maquinaria militar para derrotar a Israel. Israel –en la mezquina lógica de sus adversarios- se autodestruirá por obra de su propia depravación. El estratagema de Midián fue tristemente efectivo. La ira divina produjo veinticuatro mil bajas entre los hijos de Israel.
Tanto en tiempos bíblicos como en nuestros días, los enemigos de Israel buscarán nuevos y originales caminos para provocar la destrucción de nuestro pueblo. Ayer fue un hechicero o una prostituta midianita; hoy, bien puede ser un convoy de ayuda "humanitaria" para vulnerar el bloqueo israelí y egipcio a la Franja de Gaza.
El odio a Israel siempre produjo pactos políticos inesperados. Uno de ellos fue la coalición de Midián y Moab a fin de planificar la ofensiva contra Israel. El Midrash los compara a dos perros pendencieros, que se dejan de lado sus peleas para vencer al lobo (véase Tanjuma Balak 3). El lejano espectador sentado en alguna butaca del siglo veintiuno posiblemente no sepa que el odio entre estos dos pueblos era ancestral y su reunión a fin de destruir a Israel resultó sorprendente y –al mismo tiempo- patética. Problamente en mil años, cuando se analice la página de la historia que estamos escribiendo en nuestros días, pocos analistas detengan su atención en la patética defensa de Abu Mazen, presidente de la autoridad palestina, por la suerte del bloqueo destinado a debilitar al Hamas, quien lo expulsara a fuerza de balas de la franja de Gaza en el 2007.
Respecto a dicho bloqueo ocurre algo –al menos- curioso. Cuando la prensa pública anti-israelí analiza los móviles del Hamás para lanzar sus cohetes contra el territorio israelí, encoje sus hombros y dice "¿Y qué quieren que hagan? ¡No tienen alternativa!". Cuando analizan la negativa de Hamás por permitir visitas médicas al soldado israelí Guilad Shalit, cautivo desde Junio del 2006, dirán: "¡Lógico! Si permiten visitas se descubrirá el lugar de su confinamiento...".
¿Y acaso Israel tiene alternativa a este bloqueo? La alternativa militar no será mejor vista por dicha prensa. Retirar las colonias judías de la Franja de Gaza pareció ser una buena idea, pero tampoco funcionó. Firmar un tratado de paz será una quimera, en tanto Hamás no reconozca el derecho de autodeterminación del pueblo judío en las fronteras del 67'. El suicidio tampoco entra en los calculos de nadie. Y mientras tanto la psicótica y surrealista narrativa del Hamás y sus acólitos sigue sumando adeptos entre la izquierda adelantada del mundo occidental.
Esta narrativa sostiene que el sionismo es racismo y que el hogar natural de los judíos es Europa (demás está decir que el trato que se les dio a los judíos cuando estaban en "su hogar" no alcanzó los standares de hospitalidad y buenos modos requeridos, sobre todo entre los años 1933-1945). Quien "compra" dichos postulados, lo hace imbuído de un profundo sentimiento antisemita. Como afirmaron las cabecillas del buque Marvi Marmara cuando fueron llamados a detener su marcha por la marina israelí: "¡Vuelvan a Auschwitz!", respondieron por radio.
En los años posteriores al Holocausto, ser antisemita se transformó en algo retrogrado. No obstante –a no engañarse- el antisemita siempre estuvo al asecho, agazapado y esperando la oportunidad para dar el zarapazo. Al judío (en su fina retórica ya no hablarán de judíos, sino de israelíes) ya no hay que "limpiarlo" por "judío", sino por criminal de guerra, usurpador de tierras ajenas y aliado del imperio. Y esta narrativa también comienza a sumar adeptos en el mundo "civilizado".
Desde el año 48', fecha del establecimiento del Estado de Israel, se han sucedido un sinfin de guerras y escaladas que han costado cerca de sesenta mil vidas entre los vecinos países árabes, siendo apróximadamente un diez por ciento de éstos palestinos. El número es espeluznante, y cualquier habitante de este mundo que corra sangre por sus venas, no podrá sino horrorirarse ante semejante número de víctimas. Pero no menos cierto es que desde entonces y hasta la fecha han muerto más de trece millones de árabes y musulmanes por mano de sus propios hermanos o por obra de potencias extranjeras ocupantes. Ésto ha ocurrido en Argelia, en Sudán, en Afganistán (por parte de la ex URSS), en Somalía, en Bangladesh, en Indonesia, en Irak, en Jordania y en un sinfin de conflictos armados y guerras civiles (mientras escribo estas lineas, leo que se reportan dos mil muertos por choques étnicos en Kirguistan).
Los números son aterradores. Vivimos en un mundo donde -tristemente- millones de personas mueren por década en luchas por porciones de tierra, por antagonismos religiosos o, bien, empujados por el odio fundamentalista. Quien critica a Israel no es antisemita; quien aísla malintencionadamente a Israel de este aterrador contexto mundial, sí lo es.
Las críticas del primer ministro turco Erdugan apuntan a Israel, pero no caben dudas que están destinadas al consumo interno. Israel es "presa" cómoda para cualquier líder mundial de tendencias populistas, como Erdugan. Criticarlo no supone riesgo alguno, pero el aplauso es fácil y el rédito político –al menos en Turquía- es enorme.
En algún sótano oscuro, algún grupo de expertos del odio se está encargando de avivar estas brasas antisemitas que parecían consumidas desde el fin del Holocausto. Yo imagino ese cuartel bajo alguna oficina gubernamental en Estambul o en Teherán.
Puedo imaginarme la mesa larga y la pantalla gigante de fondo para escuchar la opinión de algun "experto" ausente por compromisos asumidos con anterioridad. Seguramente alrededor de esa mesa están sentados grupos antagónicos unidos por el "común enemigo", tal como ocurriera en tiempos bíblicos con Midián y Moab.
Ya se sabe, no hay nada nuevo bajo el sol...