Torá en Español
Parashat Vaishlaj
La pelea del siglo, un fiasco
En este rincón del ring, Iaakov. Un Iaakov temeroso, pero estratega al fin. Sabía que su hermano Esav venía hacia él, con toda su furia a cuestas, y decide dividir al campamento para que el daño ocasionado sea menos doloroso.
En el otro rincón del cuadrilátero, Esav. Con más fuerza que inteligencia, venía acompañado por cuatrocientos hombres para cerrar las cuentas que tenía pendientes con su hermano desde hacía más de veinte años.
Cuando uno lee en Parashat VaIshlaj el reencuentro entre Iaakov y Esav, no puede evitar imaginarlos como dos gladiadores. Por ahora son dos; en un instante quedará sólo uno...
¿Ganará la astucia o la fuerza? ¿Tiene el mundo lugar para los dos, o acaso uno deberá irse derrotado y el otro vencedor? ¿Tiene el mundo lugar para una convivencia pluralista de ideas o es que una idea debe pisar a la otra hasta dejarla sometida y arrastrada por el suelo?
En este rincón del ring, Iaakov. En el otro rincón, Esav. ¡La pelea va a comenzar, señores!
Iaakov, astuto, envía presentes a su poderoso hermano para despertar algún sentimiento de ternura alojado en su colorado corazón. Esav alistaba sus tropas, y confiaba en ellas para propinarle a Iaakov una derrota definitiva y aleccionadora. Por ahora son dos, en unos instantes quedará uno...
La lucha comienza y termina siendo un fiasco. Esav corre hacia su hermano, lo abraza, lo besa y ambos lloran. La lucha encarnizada que todos esperaban jamás comenzó. Hace un instante eran dos...¡y ahora siguen siendo dos!
Iaakov y Esav entienden que –aun con sus diferencias- el mundo tiene espacio para ambos. No hubo pelea, ni vencedores ni vencidos. Esav regresó a Seir, a su tierra, e Iaakov se marchó a su tierra, compró un campo y se instaló allí. Las espadas quedaron guardadas en sus vainas y cada uno apostó por el futuro propio en lugar de aspirar al crecimiento a costa del otro.
Esperábamos la pelea del siglo, con golpes y caídas, y la Torá decepcionó nuestro morbo. No hubo pelea, ni golpes, ni caídas. La Torá nos ha enseñado que no hay pelea más dura por emprender que la batalla en pos de la convivencia pacífica y armónica de ideas opuestas. Sólo por eso vale la pena luchar...