Torá en Español
Iom Hakipurim
Golpeando la puerta de los cielos
Se cuenta que en una oportunidad -en tiempos de sequía- un Rabino congregó un minián para rezar por la caída de lluvias.
Al cabo de unos minutos, alguien susurró al oído del Rabino que una gran parte de los participantes en el minián eran conocidos ladrones.
"No importa...", dijo el Rabino.
"Si las puertas de la misericordia no se abren, ya tenemos "expertos" que las abrirán a la fuerza".
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Uno de los motivos más recurrentes en la oración de Iom Ha-Kipurim es el concepto de "Puerta".
La lista es larga:
"Avinu Malkenu, abre las puertas del cielo ante nuestras plegarias", diremos al cabo de cada oración.
"Las puertas del palacio, abrénos rapidamente", diremos antes de la Kedushá en Neilá.
"Abrenos una puerta, al momento en que la puerta de cierra", diremos luego al inicio de las Selijot.
Pero no necesitaremos de "expertos" para abrir esas puertas.
Porque el Soberano de todo, con su infinita piedad, nos brinda año a año este regalo Celestial llamado Iom HaKipurim.
El escritor argentino Alejandro Dolina dijo en una ocasión que las puertas –al abrirse y cerrarse- tienen la naturaleza única de poder mutar de estado.
De hecho, dice Dolina, una puerta que nunca se abre no es una "puerta" sino una pared. Y una puerta que nunca se cierra, no es una "puerta" sino un agujero...
Esto es el que transforma a Iom HaKipurim en el día más sagrado del año.
Creemos que este día es "Et Ratzón" (Un Tiempo oportuno para la plegaria). Un día en el cual las puertas del cielo se abren de par en par a fin de que podamos examinarnos y reconciliarnos con la chispa divina que anida en nuestros corazones. Y al cabo del ayuno, volverán a cerrarse.
Ni pared, ni agujero...¡Puertas!
En ese sentido, Iom HaKipurim es el día en el que Cielo y tierra se reúnen.
No olvidemos que según la tradición talmúdica, Iom HaKipurim es el día en el que las segundas Tablas son traídas por Moshé y Di-s perdona finalmente el pecado del becerro de oro (Baba Batra 121a).
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De acuerdo a la Torá, el Cielo y la tierra se aproximaron en dos ocasiones.
La primera de las veces, fue durante la generación de la torre de Babel hacia el final de Parashat Noaj. La segunda vez ocurrió en el sueño de la escalera de Iaakov al principio de Parashat VaIetzé.
Respecto a la torre de Babel, nos cuenta la Torá que cada varón dijo a su compañero: "Edifiquémonos ciudad y torre, y que su cima llegue a los cielos" (Bereshit 11, 4).
Respecto a Iaakov, las Escrituras nos enseñan que en su sueño aparecía una escalera que estaba apoyada en tierra y cuya "cima llegaba a los cielos" (Bereshit 28, 12).
No obstante, existe una diferencia crucial respecto al lugar de las puertas celestiales.
El Prof. Avigdor Shinán, enseña que el sueño de Iaakov propone una alternativa a la antiquísima creencia babilónica de que las puertas de los dioses se encontraban en el cielo (Ese es, de hecho, la etimología de la palabra Bab-El o Babylon: Puerta de los dioses).
Los babilonios creían que sólo se podía llegar a los dioses yendo hacia arriba y que la puerta de los dioses se hallaba en el firmamento. La historia de la tore de Babel, narra el intento fallido de la humanidad por lograr este cometido.
Iaakov, por su parte, llega a la conclusión opuesta.
Luego de despertar de su sueño dice: "Cierto, el Eterno está en este lugar, y yo no lo sabía...no es esto sino la casa de Dios, y esta es la puerta de los cielos" (Bereshit 28, 16-17). La Torá no sólo nos enseña que cielo y tierra se pueden juntar, sino también que la puerta del cielo se halla en "este lugar".
Eso es precisamente los que intentaremos hacer en las veinticinco horas más sagradas del año hebreo.
Iaalé Tajanunenu....que suba nuestra súplica
Iaalé Kolenu....que suba nuestra voz.
Con nuestras plegarias, aquí en la tierra, construiremos una escalera que ligue a la tierra con el cielo.
La puerta del cielo estará acá abajo...En las relaciones inter-personales, y en el vínculo que creamos con nuestros prójimos a fin de cumplir con el propósito con el que fuimos creados hace 5777 años.
Y de la misma manera en que las puertas del cielo se abren en estos días, Iom HaKipurim nos invita a "forzar" aquellas puertas terrenales que se encuentran frente a nosotros y que no nos animamos a cruzar.
Porque no siempre tenemos el coraje y los recurson anímicos para hacerlo.
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En una tierra en cruda guerra, había un rey que causaba espanto... Siempre que capturaba prisioneros, no los mataba, sino que los llevaba a una gran sala, oscura y de fuertes muros de piedra, en la que había un grupo de arqueros de su ejército.
Sobre uno de los lados de esa terrorífica sala, estaban reunidos los arqueros, y sobre la otra pared, había, cerrada con una tranca, una puerta de pesadas y atormentadoras hojas, sobre la cual había dibujada aterradoras imágenes.
En esta sala el rey les ordenaba a los prisioneros formar un círculo, y dirigiéndoles la palabra les decía: "Ustedes podrán elegir entre morir en forma rápida y segura, flechados por mis arqueros, o pasar por aquella pesada puerta, la que por mí mismo será trancada, una vez que hayan pasado".
Todos escogían ser muertos en forma rápida, por los arqueros del rey.
Al finalizar la guerra, un soldado que por mucho tiempo había servido al rey, dirigiéndose a su soberano, le dijo: "Señor, ¿le puedo hacer una pregunta? ¿Qué cosa hay detrás de tan asustadora y temida puerta?".
"¡¡¡Vaya y vea por usted mismo!!!", le respondió el rey.
El valiente soldado, entonces, abre temerosamente la puerta y a medida que lo hizo, los rayos fueron entrando y aclarando el ambiente.
Finalmente descubrió, absolutamente incrédulo y sorprendido, que la terrorífica puerta se abría sobre un camino que conducía a su libertad....
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¿Cuántas puertas no abrimos por miedo al cambio?
Para muchos puede ser, por miedo al fracaso, o a volar más alto sin "red de seguridad" a nuestros pies.
"Yo abriré una puerta", parece decir Dios en Iom HaKipurim ¿¿¿Y qué hay de ustedes...???".
La pregunta acerca de qué puertas deseamos abrir en el transcurso de año entrante debe ser parte constitutiva de nuestro examen personal de Iom HaKipurim.
Las puertas del cielo se cerrarán al cabo de veinticnco horas de ayuno y plegaria, pero allí –frente nuestro- quedarán otras puertas clamando por la llave que pueda franquearlas.
Y si no hay llave, lo haremos como "expertos"...¡por la fuerza!
Porque solo cruzando esas puertas, tendremos el envión necesario para nuestro crecimiento, como seres humanos, como judíos y como comunidad.
"Haznos regresar a Ti, Dios, y regresaremos. Renueva nuestros días como antaño".