Torá en Español
Januká
Cuerpo y espíritu
En el capítulo 10 de Sefer Bereshit, se nos cuenta acerca de los hijos de Noaj que fueron los antepasados de todas las naciones del mundo.
El primer hijo fue Shem. Todos sabemos el significado de la palabra "Shem"(Nombre). El nombre es la esencia del ser humano, el universo del espíritu. Nuestro antepasado Abraham era descendiente de Shem de manera que -en efecto- todos nosotros, como judios, somos descendientes suyo.
El nombre Jam, segundo hijo de Noaj, deriva de la palabra "Jom", que significa "calor". El mismo nombre remite al mundo de lo físico, lo instintivo y -a menudo- lo primitivo. Los cananeos fueron descendientes de Jam.
El tercer hijo fue Iafet, palabra que deriva del vocablo "Iofi", que significa "belleza". Él es el arquetipo del mundo del arte y la estética. No es casual que la Torá nos cuente que Iafet engendró a Iaván (Grecia), imperio que ha sido insuperable en estas areas.
Para comprender el sentido profundo de la festividad de Januka, debiéramos pensar en la naturaleza esencial de Noaj y sus hijos. La guerra de los Jashmonaim no fue sólo una guerra para asegurar la supervivencia física del pueblo judío, sino también una guerra para asegurar su supervivencia espiritual. Se trató de una guerra entre los valores que se desprenden de la esencia de Iefet y de la esencia de Shem. Con ésto, no quiero decir que el pueblo judío esté en contra de la estética, el arte y el deporte. La tradición judía jamás se opuso a la belleza externa, pero nunca permitió que el cuerpo prevalezca sobre el espíritu. El conocido versículo que afirma que "La gracia es engañosa y vana es la belleza; la mujer que teme al Eterno será alabada" (Mishlei 31, 30), no niega el valor de la gracia y de la belleza, sino que afirma que sin belleza espiritual ambas carecen de valor.
Iosef, sobre quien leemos en la Torá por estos días, fue un hombre de una gran belleza (Ifé Toar Vifé Maré). Sin embargo , los sabios nunca se refieren a él como "Iosef, el bonito", sino como "Iosef, el Justo (HaTzadik)", prueba de que Iosef logró vencer el acoso de la esposa de Potifar.
Si me preguntan cuál es la razón de la supervivencia del pueblo judío después de tantas persecusiones y sangre, sólo hay una respuesta: el pueblo judío jamás se vio sometido al mundo material; ni a monumentos, ni a la tierra, y ni siquiera a las Tablas de la Ley.
Hemos aprendido a renacer después de la destrucción del Templo. Hemos crecido como nación, incluso en los difíciles tiempos del exilio. Supimos escribir libros después de la pérdida de las Tablas de la Ley.
Por otra parte, los pueblos que hicieron culto del cuerpo y del mundo material aparecen hoy en los libros de historia. Eso sólo deuestra que se puede destruir el cuerpo, pero nunca el espíritu.
Podemos entender esta idea del relato sobre Rabí Janina ben Tradion, uno de los diez mártires del Impreio Romano. Cuando los romanos lo llevaron a ser ejecutado, se le envolvió con un rollo de la Torá y se le prendió fuego. Mientras su cuepo ardía, sus alumnos le preguntaron: "Rabí, ¿qué ve usted?". Él les contestó: "Veo que el pergamino se quema, pero las letras levantan vuelo" (TB Avodá Zara 18b). Los malvados pudieron quemar a un Rabino envuelto en el rollo de una Torá, sin embargo jamás lograron quemar la esencia eterna de aquel Texto.
Las velas de Januka son un testimonio del triunfo del espíritu, valor que ningún poder terrenal puede destruir.