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Torá en Español

Old Hebrew Prayer Book

Rosh Hashaná

Alguien nos mira

Nuestros sabios nos enseñan que si un hombre es atacado por su impulso del mal, debe vestirse de negro y dirigirse a un lugar donde nadie lo conozca para no profanar el nombre de Di-s en público (Jaguigá 16a).

Cuenta un viejo chiste que a un Rabino le ocurrió ésto.

Un buen día, sintió unas ganas descomunales de comer cerdo. Siguiendo el consejo talmúdico, tomó con su auto la carretera hacia el sur y luego viajar quinientos kilómetros se detuvo en una inhóspita posada, en la cual –de seguro- nadie lo conocía.

Nervioso, tomó asiento, y llamándo al mozo pidió un plato de cerdo.

Al cabo de unos minutos, el Rabino notó que un omnibus estaba arribando al lugar, por cuya puerta descendían los jóvenes de su congregación y algún que otro dirigente de su sinagoga. El grupo ingreso a la posada en el preciso momento en el que el mozo salía de la cocina -bandeja en mano- y con un enorme cerdo que aprisionaba entre sus dientes una deliciosa manzana colorada.

Sorprendidos ante el particular encargo del Rabino, la gente ya había perdido la respiración.

El Rabino tragó saliva, los miró y les dijo: ‘¡Es increíble! Uno viene hasta estos lugares, se pide una manzana completa y...¡miren lo que le traen!’.



Podremos correr, tomar la ruta hacia el sur y escaparnos de los ojos de los otros.
Podremos incluso engañarlos, si es que nos toman por sorpresa a la hora de la transgresión.

Pero...¿dónde podremos correr para escaparnos de los ojos de Di-s?
¿Existe acaso algún lugar en el cual podamos escondernos de Sus ojos?

Ya la misma Torá nos cuenta que cuando Adam y Java comieron del árbol, se escondieron entre los árboles del gan eden al escuchar la voz de Di-s que se acercaba...

Di-s preguntaba: ‘¿Dónde estas?’, no porque no sabía dónde estaban, sino porque quería ver su reacción.

No sé si recordarán la película ‘The Truman Show’ que se vio hace algunos años.

Un hombre que -sin saberlo- era filmado por decenas de cámaras día y noche y observado por una multitud a través de las pantallas de TV, que espiaba su vida y su intimidad...

¿Y si fuera que en realidad no nos espía una multitud, sino que el que nos espía es Di-s?

¿Y si fuéramos nosotros mismos los protagonistas de esta miniserie celestial que se inmiscuye hasta en el más mínimos detalle de nuestra intimidad?

Nuestra generación ha perdido, en cierta medida, esta dimensión de la religiosidad.
Dejó de sentir los ojos de Di-s posados sobre su espalda...

Olvidamos que Di-s no atiende únicamente en la sinagoga. Olvidamos que Di-s también está presente en nuestro dormitorio, o incluso en la caja registradora de nuestros comercios.

Como dice Parashat Nitzavim, que leemos esta semana en la Torá: Ha-Nistarot La-Ad-nai E-loheinu ("Las cosas ocultas, son del Eterno, nuestro Di-s").

Olvidamos que hay algo más que una multitud de mirones que nos observan, y de los cuales sí nos podríamos esconder, y a los cuales sí podríamos engañar si así lo quisiéramos...

Los Iamim HaNoraim nos invitan a recuperar esta dimensión de nuestra religiosidad que fuimos perdiendo...

Es sentir nuevamente los ojos de Di-s posados sobre nosotros, a fin de comportarnos de idéntica forma públicamente –cuando el ojo crítico de la multitud nos mira- y en la intimidad, dado que siempre Alguien nos mira.

Los Iamim HaNoraim nos invitan a venir a la sinagoga para recordar que Di-s nos mira también fuera de ella.




Cuando enfermó Raban Iojanán ben Zakai, sus alumnos ingresaron a verlo y le pidieron una bendición.

‘Maestro...¡Bendícenos!’, le dijeron.

Y el maestro, con el último aliento les dijo: ‘Sea la voluntad de Di-s que vuestro temor al Cielo esté sobre vosotros de la misma manera que está sobre vosotros el temor a la gente. Que así como se cuidan de aquello que dirá la gente, se cuiden de aquello que dirá Di-s’ (Berajot 28b).

Que esta bendición se haga extensiva a todos nosotros en este año que hoy se inicia.

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