Torá en Español
Ordenación Rabínica (Hasmajá)
Agregando coronillas
8 de Elul 5758 (30. 8. 1998)
Dijo Rav Iehudá, dijo Rav:
Cuando Moshé ascendió al cielo para recibir la Torá, encontró al Santo Bendito sentado y adosando coronillas a las letras.
Le dijo: ‘¡Soberano del Mundo, quién te está demorando!’.
Le dijo el Santo Bendito: ‘En varias generaciones vivirá un hombre llamado Akiva hijo de Iosef, que inferirá montañas de leyes de cada uno de estos ornamentos’.
Le dijo Moshé: ‘Soberano del Mundo, deseo me hagas conocer a ese hombre’.
Le dijo Dios: ‘Si deseas hacerlo, vuélvete para tus espaldas’.
Fue Moshé y se sentó al final de la octava fila de la escuela de Akiva, y no entendía lo que allí se estaba conversando. Sus fuerzas se debilitaron...
Al llegar Akiva a cierto punto, le preguntaron sus alumnos: ‘¡Rabí! ¿De dónde sabes éso?’.
Les dijo Akiva: ‘Esta ley le fue entregada a Moshé en el Monte Sinaí’.
Fue allí que su espíritu reposó.
Cuando Akiva hijo de Iosef ascendió al cielo, encontró al Santo Bendito sentado y adosando coronillas a las letras.
Le dijo Akiva: ‘Soberano del Mundo. He inferido montañas de leyes de cada ornamento...¿y aún continúas con Tu obra?’.
‘Akiva’, respondió Dios. ‘Así lo he dispuesto desde el primer momento’.
Replicó Akiva: ‘¿Qué provecho tendrás de ello? ¡¿Aún son necesarias más coronillas?! ¡¡Haberla entregado en Sinaí interpretada y descifrada!!
Le dijo Dios: ‘Ésto es lo habitual en este mundo; cada generación con sus predicadores; cada generación con sus gobernantes; cada generación con sus maestros. Hasta ahora era tuya la misión de servirme, pero en adelante Me servirán tus hijos. ¡El mismo Moshé no logró conluir su obra!’.
Le dijo Akiva: ‘Soberano del Mundo, deseo me hagas conocer a Moshé, el más grande de los profetas’.
Le dijo Dios: ‘Camina hacia adelante y lo hallarás’.
Fue Akiva y sentóse en la arena, al borde del campamento de Israel y observaba a Moshé. Lo vio anciano, transitando entre las tiendas, pero su figura y sus prácticas le resultaban tan extrañas que lo creyó pastor de otro rebaño. Sus fuerzas se debilitaron...
Al llegar Moshé a cierto punto, le preguntaron los hijos de Israel: ‘¿Quién habrá de enseñarnos Torá a la hora de tu muerte? ¿Podrá la Torá resistir tu final?’.
‘Sus hijos son la garantía’, respondió Moshé. ‘Ustedes enseñarán y ellos habrán de aprender. Ellos preguntarán y ustedes habrán de responder’.
Fue allí que el espíritu de Akiva reposó.
La Torá pudo resistir la muerte de Moshé, también la de Akiva, y la de tantos otros.
¿Podrá resistir la nuestra?
¿Serán nuestros hijos la garantía?
¿Sabremos enseñar? ¿Sabrán aprender?
¿Sabrán preguntar? ¿Sabremos responder?
¿¡Qué extraño mal nos aqueja al perder la sensibilidad por las coronillas que ornamentan nuestra Torá?!
‘Lo bashamaim hi’.
La Torá ya no está en los cielos, dice nuestra Torá en el libro de Devarim (Deutoronomio)
Moshé bajó del cielo con la Torá en sus manos y desde ese instante el mismo Dios pierde el derecho de interpretarla.
Tal vez sea por ello, que Dios aún continúa adosando coronillas a la Torá.
Algunos creerán que lo hace de aburrido nomás; otros –yo entre ellos- creemos que Dios clama por la continua interpretación de Su mensaje original.
Y por ello, el día en que la Torá deje de hablarle a los oprimidos y ya no pueda dar consuelo a los dolientes. El día en que la Torá deje de marcar el ritmo de la vida judía, deje de imponernos pautas de observancia religiosa y shmirat mitzvot, no será responsabilidad de Dios, será responsabilidad de los maestros de aquella generación.
La amarga experiencia nos indica que para muchos judíos, en los umbrales del siglo veintiuno, la Torá no está en los cielos, pero tampoco está en la tierra.
El día en que la Torá deje de estar aquí abajo, la Ley retornará inevitablemente a lo alto desde donde quiera que esté. Dios la tomará en sus manos, retocará los ornamentos y con lágrimas en Sus ojos la revelará a otro pueblo clamando también allí por su continua interpretación.
Cuando a comienzos de la década del sesenta el Rabino Mordejai Waxman escribió su libro ‘Tradition and Change’ (Tradición y cambio), se impuso un nuevo lema para el movimiento conservador en todo el mundo.
Según Waxman, la autoridad de la ley judía y el derecho de interpretación se hallan en el mismo plano y son necesarios para un judaísmo viviente.
No obstante, mi maestro -y maestro de muchos de los aquí presentes- el Rabino David Golinkin, comentaba en una ocasión –y con suma tristeza- que a menudo parecería que en nuestro movimiento sólo se le pide consejos al ‘cambio’ y no a la ‘tradición’.
Parecería que en este juego de ‘Tradición y cambio’, solo el cambio tiene voz, voto y veto y la tradición sólo el poder de prestar su obediente opinión.
Cambiar no significa relegar e ignorar principios basícos del judaísmo como la observancia pública y privada del Kashrut, del Shabat y las Fiestas, o la Tefilá diaria, la Tzedaká y la ayuda a los que sufren.
Se cambia de cara a la tradición y no a sus espaldas. O como lo diría el mismo Rabino Golinkin: ‘Antes de cambiar la tradición, tenemos que asumirla’.
Cuando Akiva hijo de Iosef regresó al cielo, notó que, en Su infinita paciencia, Dios continuaba con su obra de agregar coronillas a la Torá.
‘Mi alma ha hallado reposo’, dijo Akiva. ‘Pero aun no comprendo porque no entregar la Torá ya interpretada y descifrada’.
Le dijo Dios: ‘No me has escuchado bien, pero ya te lo he dicho. Cada generación con sus predicadores; cada generación con sus gobernantes; cada generación con sus maestros. Yerubaal en su generación como Moshé en la suya, como Dan en su generación y Aharón en la suya, Iftaj en su generación y Shmuel en la suya. Si no comprendes ésto, Akiva, tu alma reposará sólo por un rato’.
Hoy, mis maestros me ordenan como un maestro más en esta cadena milenaria de preguntas, respuestas e interpretación de coronillas.
Formo parte de la más bella de las tradiciones, y me dedicaré a la más bella de las ocupaciones.
Iehi ratzón sheujal lehabin ulehaskil, lishmoa, lilmod ulelamed, lishmor velaasot ulekaiem et kol divrei talmud Torateja beahava.
Sea la Voluntad de Dios, que pueda ser merecedor de la gracia de entender e instruir, escuchar, aprender y enseñar, cuidar, hacer y cumplir con amor todas las enseñanzas de la Torá.