Torá en Español
Parashat Balak
¡Esa es la diferencia!
Cuenta el midrash (BeMidbar Rabá 20, 4) que, al ver acercarse a Israel, los moabitas fueron a preguntar a sus vecinos midianitas acerca de la personalidad de Moshé.
Moab sabía que Moshé Rabenu había crecido en Midián. Fue justamente por ello que la información suministrada por Midián resulta crucial para el desarrollo posterior de nuestra Parashá.
Los ancianos de Midián informaron a los moabitas que la fuerza de Moshé residía en su palabra. Y fue así que Balak, rey de Moab, decide luchar en el ‘terreno fuerte’ de Moshé y contrata a Bilam el hechicero, un hombre dotado de espíritu profético y del don de la palabra, para maldecir y derrotar al pueblo de Israel.
‘Sé que al que bendices es bendito, y al que maldices, es maldito’ (BeMidbar 22, 6) envió a decir Balak al hechicero a fin de tentarlo para llevar a cabo su plan.
Hay un aspecto de la Parasha que llama poderosamente la atención.
La primera vez que Bilam es llamado para ir hacia Balak, Di- le impide el viaje. Sin embargo, al cabo de un tiempo, cuando el rey moabita lo llama por segunda vez Di-s lo deja ir.
¿Qué es lo que hizo cambiar de opinión a Di-s?
El Rabino Shimon Schwab trae una explicación sumamente lúcida para explicar este cambio.
La primera vez -explica el Rabino Schwab- los mensajeros no ofrecen a Bilam retribución alguna por sus servicios. Esta, hubiese sido una maldición sumamente peligrosa y poderosa. Sería la maldición altruísta de un hombre que no busca recompensa alguna a la hora de ejecutar su plan.
La segunda maldición, no lo era tanto. Allí los mensajeros ya le ofrecen a Bilam dinero y honores a cambio de su labor. Cuando hay dinero de por medio, el poder de la maldición ya no es el mismo. Dejaría de ser una ‘maldición ideológica’ para pasar a ser una mera prestación de servicios. Bilam, ya lo haría por amor al dinero, más que por desprecio hacia Israel. Es por eso que allí Di-s lo deja marchar…
El fuego de las convicciones ideológicas es uno de los motores más poderosos que tiene la humanidad. Los actos más nobles y los más salvajes en la historia del género humano estuvieron protagonizados por hombres alimentados por ese fuego. Un hombre con ideas firmes, que actúa motivado por su ideología y no por intereses espurios, deja de ser inofensivo.
¡Esa es la diferencia!